11

F. de venc.

Puedo imaginar tres días de amor sin escrúpulos, sin el señor que viene y golpea el hombro con que esto sí, esto no. Puedo poner mi mano en tu mano, contar los labios de tu boca con mis dientes, mis espejos. Puedo conversar con las ideas que tengo de vos, pintarte de color rosado, teñir el cuarto de tus olores, de tus preguntas. Puedo estudiarte en mis ratos libres, y liberar mis ratos para aprenderte. Puedo poner un terrón de azúcar sobre tus ojos, escapar de la duda y encontrar las partes que quiero de vos. Puedo acariciarte en mitad de la noche, y no proyectar un futuro juntos en el que te dormís. Hacer oídos sordos, despreocuparme por tus ideas políticas, porque hagas chistes malos, o porque festejes en demasía los míos. Te puedo decir todo lo que pienso-siento-veo-idealizo-reflejo en vos. Darte el abrazo que quiero recibir, besarte como si fuera la millón quinientas mil ochocientas veces que lo hago. Puedo todo eso y mucho más, porque sé que tengo el privilegio de saber cuándo esta historia de amor va a terminar.

(Nos quedan tan pocos días)

10

Distancia

En la tensión de la espera, la mano se acalambra y cae. Si las piernas pudieran, por ejemplo, pedalear hasta lo que la mano espera y traerlo consigo, la cosa sería distinta (ya no sería la cosa, sería el motivo, o en todo caso, la esencia). Dejaría de prender tantas luces en la casa, no pondría la calefacción-dos frazadas-dos acolchados-una bolsa de agua caliente. Ya no habría horas de “todo lo que tengo que hacer”, sino que los momentos libres serían parques de diversiones. La mañana dejaría de ser una alarma cada diez minutos durante una hora, los mensajes de celular no serían más el buen día cotidiano. El almuerzo vendría con té incorporado, la hora de partir pasaría a ser a las corridas porque nos demoramos una eternidad en sólo un instante. Las manchas en la ropa tendrían un cómplice, los platos sucios se duplicarían, el desorden del cuarto estaría matizado por la presencia del amor.      
Pero la mano se acalambra y cae.