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Distancia

En la tensión de la espera, la mano se acalambra y cae. Si las piernas pudieran, por ejemplo, pedalear hasta lo que la mano espera y traerlo consigo, la cosa sería distinta (ya no sería la cosa, sería el motivo, o en todo caso, la esencia). Dejaría de prender tantas luces en la casa, no pondría la calefacción-dos frazadas-dos acolchados-una bolsa de agua caliente. Ya no habría horas de “todo lo que tengo que hacer”, sino que los momentos libres serían parques de diversiones. La mañana dejaría de ser una alarma cada diez minutos durante una hora, los mensajes de celular no serían más el buen día cotidiano. El almuerzo vendría con té incorporado, la hora de partir pasaría a ser a las corridas porque nos demoramos una eternidad en sólo un instante. Las manchas en la ropa tendrían un cómplice, los platos sucios se duplicarían, el desorden del cuarto estaría matizado por la presencia del amor.      
Pero la mano se acalambra y cae.

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